18 de febrero de 2009

EL MAR DEL ORZÁN



La Coruña es conocida como la “ciudad en la que nadie es forastero” por la amabilidad de sus gentes. También es la “ciudad de cristal” por las características ventanas y balcones de galerías de los edificios de la Marina. Yo añadiría también que es la “ciudad del agua”.

En cuanto se excava en su subsuelo brotan manantiales por doquier abriéndose paso entre las grietas de la roca de granito que le sirve de base. El agua está bajo nuestros pies. Aunque menos de lo que pudiera parecer por el número de días nublados que padecemos, también el agua se suspende sobre nosotros desde las nubes en forma de lluvia. Pero, además, el agua nos rodea.

La ría nos acompaña desde el Puente del Pasaje hasta la bahía donde, por el abrigo natural que ofrece, se ha instalado el puerto desde que los primeros habitantes se asentaron en este territorio y hasta el día de hoy. Al pasar el Dique de Abrigo todo cambia y el océano Atlántico, con todo su poder, rodea la península de la Torre de Hércules y la peña de La Marola con la bravura de una pequeña Costa da Morte en los días de temporal. El viento aquí es el rey y el mar baila a su ritmo bañando las playas y acantilados de este tramo de costa como una caricia en los días de bonanza o con estallidos de fuerza y salitre en los días de tempestad, alimentando a unos percebes que crecen pegados a las rocas y son los más sabrosos del mundo. Y provocando el naufragio de barcos. Ya he visto dos petroleros rotos, envueltos en llamas infernales, haciéndonos llorar a los coruñeses con lágrimas negras de humo y chapapote.

A continuación, se abre la bahía del Orzán y Riazor, una herradura preciosa donde las gentes de La Coruña disfrutan de la playa, puede decirse que todo el año, de una u otra forma.

He crecido contando las olas del Mar del Orzán. Ese pequeño mar que no viene en los mapas pero nos hemos inventado los coruñeses. Desde mi ventana, como si estuviera en una sala de cine, he contemplado los temporales más alucinantes que han visto mis ojos. He visto olas gigantescas llegando a las casas de lo que hoy es el Paseo Marítimo, con el viento y la lluvia azotando los cristales de mi ventana. También he disfrutado de la visión del mar en días plácidos. He tomado nota de pleamares sólo contenidas, y a duras penas, por el hombre y sus muros de hormigón, y de bajamares que amenazaban con dejar sin agua a los peces. He olido las algas y los aromas que traen las brumas. Y su sonido…

Os invito a conocer el Mar del Orzán.

2 comentarios:

  1. Me siento totalmente identificada con lo que dices.
    Gracias por todo lo que escribes.

    Fany.

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  2. Yo ya tengo edad para haber visto tres petroleros fundirse delante de Coruña(en realidad con mis propios ojos solo vi uno: el Urquiola en 1976 o 77, en los otros dos casos ya estaba fuera de Galicia). Volvíamos del "Instituto Masculino" a casa y fuimos hasta el Parque de Santa Margarita a ver de donde venían las columnas de humo, y allí lo vimos. A 5 metros de Riazor estuvo mi segunda vivienda en Coruña: son recuerdos de mis padres, hermanos e hijos también. Te animo a que nos describas este último temporal y quizá expongas alguna foto de la fuerza del viento y del mar en el Orzán, sobre todo si no ha habido daños personales.
    Un cordial saludo.

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